domingo, 9 de septiembre de 2007

Los Muhachos de Peralta y El Jardín de Las Hespérides. Vol. III

.../... Abierto el cierre y separadas las ropas, me estrellé con la triste realidad: ¡Qué ley de la escuadra ni que niño muerto, no joda! Aquello era un piripicho, el piripichito de “el niño de los páramos”... -¿Te gusta? Preguntó él con voz posada y un dejo de orgullo. -Sí papi se ve divino- Respondí con voz marica en burlón autocastigo. Qué se le va a hacer –pensé- dale tres meneadas y devuélvelo con su bono de consolación... Le abrí la correa y el pantalón para poder agarrar bien la salchichita. Al correrle un poco el interior saltó una bola: ¡Laaa Bo-la!... La vaina me dejó descolocado, “¿¡Qué es esto Señor?!”… Le bajé aun más los pantalones y me acerqué. El panorama cambió por completo, aquél gocho tenía unas bolas inmensas, creo que las más grandes que me haya comido hasta ahora. Para rematar, la verguita del gocho estaba sembrada en un minúsculo prado de vellos rubísimos. No me cuadra la imagen del Guachimán Coqueto, pero –intervenido o natural- aquel pubis era un jardincito primoroso: ¡El Jardín de las Hespérides!, pensé. Y es que la cosa, de ser un fiasco total, había tomado un giro mitológico: “Na´pendejá, las Manzanas Doradas servidas sobre el Vellocino de Oro" -bromeó mi picador interno- “pues la inmortalidad prometida llegará mamando”, me respondí… Me agaché con renovado deseo. Desde su muslo -magnificada perspectiva- la visión era onírica: una colinita de hierbas de cristal sobre arenas blancas. Su pene, tan triste al tacto, se erigía como un monolito perfecto coronado con un pálido capullo a punto de florecer... "Las cosas de Dios son perfectas" -pensé- aquel paraíso lunar sólo podía ser habitado por eso: por un lúbrico serafín... A todas estas, Peralta –ajeno a mi paja mental (nunca mejor dicho)- y seguramente con ideas mucho más terrenales y -sobre todo- comerciales, me veía con una sonrisa orgullosa… Le mamé las bolas hasta la saciedad, una a una, ambas a la vez; con fuerza, con ternura; fue maravilloso acunarlas en la boca mientras recorría sus formas con lengua lasciva... Más que mamar su pene, el placer fue sentirlo luchar contra mi cara: guardián llorón de un huerto de espigas que yo, literalmente, tragaba a mordiscos. Esta vez, sentir los pelos ásperos atorados entre mis dientes, atascados en mi garganta, no era repugnante molestia sino esperado trofeo... Ninguno de los dos acabó. Yo prefiero reservar el gran orgasmo a la cómoda soledad de mi cama lo cual, además, me permite cumplir con amabilidad y hasta gusto, la tarea final de pagar y desembarcar (o devolver en este caso) la mercancía, formas que no se si guardaría una vez disipado el sopor sensual. Sin embargo, esa noche quedamos los dos satisfechos, al menos yo disfruté esa especie de para-orgasmo, ese placer intenso y sostenido parecido al que subsiste entre cada pulsación seminal... Los detalles del pago se cumplieron con una cordialidad pasmosa, definitivamente los andinos son gente hasta para eso… Me quedé con tres cigarros y le di también mi cajetilla: -Peralta y tus compañeros no se enrollan, digo, ¿no se darán cuenta? -No chamo, tu sabes que uno tiene que rebuscarse y los muchachos saben como es todo… -Qué, pero ¿y ellos también echan pa´lante? -Si vale, ellos saben como es todo. -Coño, ¿y tu no crees que haya alguno que quiera dar una vueltica conmigo? -Qué fue chamo, ¡tás glotón! jajaja -jajaja. No vale, tu sabes como es, pura solidaridad social, seguro habrá alguno “pegáo al sartén”… -jajaja, nojó, toditos… -Si me consigues uno con un machete bien grande te doy pa´ las arepas de mañana. -Tranquilo. Párate aquí arribita que ya te mando al chamo, pero tu sabes como es, el pana no tiene pal pasaje. -Tu tranquilo. -Bueno mi pana, nos vemos. Gracias. -Gracias a ti Peralta, cuando regrese al chamo te pido un cigarro pa´ darte el regalito guillao. -Si va…

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4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Mira cómo se resolvió la vaina! Peralta el negociante, el que rompió el sello con su modesta presentación, para luego ejercer de lúbrica Celestina! Tá bueno...

Es una fortuna que te solazaras en los generosas cojones rubios del gochito, que yo no sé qué habría hecho con la tan pequeña oferta... Bueno, sí sé: felar como los mejores, que a eso iba. Sólo que un poquitín contrariado.

¡La reflexión entre muslos y bolas al menos te sirvió para sacar asertividad y coraje para pedir el resto del menú! Maestro..

¡Chico, por qué las cosas habrán cambiado tanto en tan poco como para no poder ir de caza tan seguido, y con la misma confianza que antes..! Ahorita creo que los resabios peseteros y la malicia delincuencial le han ganado la batalla al simple deseo del polvo furtivo y mercenario...

Y por tu vida: sigue el cuento, que yo trataré de no abandonar totalmente mis obligaciones frente a esta computadora para leerlo...

Lascivus dijo...

Llevas toda la razón, parece mentira que, aún jóvenes, nos enfrentemos a esas añoranzas seniles: "Qué tiempos aquellos"...

La historia en efecto sigue, pero vas a tener que darme tiempo pues, por tu culpa (y yo tan difícil), publiqué todo lo que tenía preparado para la semana y esta fiebre blogera me lleva rumbo al desempleo...

¡Abrazo!

Anónimo dijo...

Entendido. Yo también debería justificar un poquito el sueldo.

Por lo demás, confieso: también me pusiste a acordarme y escribir de otras cositas por ahí por estarte leyendo, y ya viene: otra parte de la historia de Franela, y un cuento de obreros de la construcción... verídico...

Lascivus dijo...

¡¡No, si la vaina sigue así -entre escribir y leerte- la calle es segura y nos tocará ver como le sacamos provecho comercial a esto!!

Franela, Franela... Chico es que a esa gente uno les toma hasta cariño...

Es justo que leer mi historia te ponga a contar más sobre Franela y otras víctimas, o de dónde creer tu que saqué la idea de escribir sobre el amigo Peralta???

Anda a trabajar que yo trataré de hacer lo propio, y cero abrazo que tanto roce me va a poner "tibio" ;o)